ALBERTO VILLAR CAMPOS
La imagen más recordada de Giuliana Llamoja no es la de aquella joven que, a mediados del 2006, con el rostro desencajado y los cachetes mojados por las lágrimas, recibía una condena de 20 años de cárcel por haber asesinado a su madre. Hace solo un par de años, la hoy prófuga hija del juez Luis Llamoja Flores le mostraba al mundo un lado oculto que afloró, al parecer, tras las rejas.
“Todo resulta indefinido: la semántica de los cuerpos a la hora de nombrarlos / La brutalidad que penetra en la noche de los cuervos y me habita”. Llamoja había descubierto en los versos la manera más segura de hablar del desgarro y esa oscura ansiedad que se destapa solo en el encierro.
En el 2008, tres años después de entrar en el penal Santa Mónica, una mención honrosa en un concurso de poesía en el penal Santa Mónica le confirmó que lo suyo era la creación. Un año después, cuando un juzgado le devolvió parte de su libertad, decidió entregarse por entero a escribir.
“Todo lo tuyo es falsedad; siempre fuiste así y nunca cambiarás”. Con este mensaje en Twitter, escrito a fines de octubre del 2011, Luis Llamoja Hilares confirmaba a su hermana Giuliana que el recuerdo de su madre era más pesado que cualquier talento que ella pudiera mostrar y que la sangre que los unía.
Días antes, él mismo la había acusado de burlar los beneficios de su semilibertad con una rebeldía que solo recordaba haber visto cuando eran niños.
Días antes, él mismo la había acusado de burlar los beneficios de su semilibertad con una rebeldía que solo recordaba haber visto cuando eran niños.
Silenciosamente, había descubierto las mentiras de su hermana: viajes dentro y fuera del país que el Juzgado Penal 28 para Reos en Cárcel no autorizó; la suplantación de firmas de Rocío Cornejo –su otrora abogada– para lograr este propósito; y la falsificación de recibos con los cuales probó tener un trabajo fijo.
Giuliana rompió después varios vidrios de la casa de su abogada luego de que esta la denunciara. Con una sonrisa y las cámaras fijas en su rostro, Giuliana hizo realidad su sueño la noche del 30 de julio del 2010. Ante un auditorio repleto de la Feria Internacional del Libro de Lima, la poeta lanzó el libro “El amor y la Vía Láctea”.
Se trataba de una limpieza espiritual, un corte certero con el pasado, el nuevo capítulo de un libro que hasta entonces se había escrito con sangre. Estaba completamente equivocada.
UNA RELACIÓN EXTRAÑA
“Mi mamá ya no siente nada contra Giuliana, solo pena”. El hijo de Carmen Rosa Hilares, hermana gemela de la fallecida madre de la joven, suelta esta escueta frase en nombre de su madre, quien ha preferido no hablar más del caso más trágico de la familia.
“Mi mamá ya no siente nada contra Giuliana, solo pena”. El hijo de Carmen Rosa Hilares, hermana gemela de la fallecida madre de la joven, suelta esta escueta frase en nombre de su madre, quien ha preferido no hablar más del caso más trágico de la familia.
Como ella, el padre de Giuliana ha optado también por el silencio. Tras enterarse de la orden judicial que desde el pasado martes obliga a su prófuga hija a volver a prisión, el juez en actividad ha preferido no involucrarse más con el caso que la llevó nuevamente a las portadas de los diarios.
Sin embargo, desde el asesinato, la extraña relación que mantenían padre e hija fue sacada a la luz por el propio Luis y su tía Carmen Rosa, quien en varias entrevistas se encargó de pintar a Giuliana como una joven desobediente a quien el juez solía apañar en todo.
En una entrevista televisiva del 2010, el hermano y hoy principal acusador de la poeta recordó lo que alguna vez le dijo su progenitor: “Yo voy a hacer lo que sea por defender a tu hermana. Si ella se muere, yo me muero con ella”.
La joven que estudió Derecho mientras estuvo en la cárcel solo para entender mejor el porqué de su reclusión, que halló en la poesía la mejor oración para limpiar sus culpas y dijo –ya libre– que la muerte de su madre fue accidental –aunque la justicia comprobó que fue ella quien tomó el cuchillo con el que cortó a su madre hasta desangrarla–, camina hoy por algún lado sacándole la vuelta a la justicia. De lado, parecen haber quedado sus ganas de recomponer su vida y olvidar su pasado.
DOS SONADOS CASOS DE HOMICIDIO
El deseo por quedarse con la herencia de su madre llevó a Elizabeth Espino Vásquez a planificar y cometer el asesinato de su progenitora el 26 de enero del 2010. Aquella noche la hija de la prominente abogada Elizabeth Vásquez Marín, su enamorado Fernando González Asenjo y un amigo de este, Jorge Cornejo Ruiz, estrangularon a la víctima en su propio departamento.
El deseo por quedarse con la herencia de su madre llevó a Elizabeth Espino Vásquez a planificar y cometer el asesinato de su progenitora el 26 de enero del 2010. Aquella noche la hija de la prominente abogada Elizabeth Vásquez Marín, su enamorado Fernando González Asenjo y un amigo de este, Jorge Cornejo Ruiz, estrangularon a la víctima en su propio departamento.
Tras consumar el crimen, la asesina intentó limpiar las manchas de sangre con una sábana. Luego, su pareja y el tercer cómplice dejaron el cadáver en la maletera de un auto en Barranco. La confesa matricida podría ser sentenciada a 30 años de cárcel.
El otro crimen sonado es el de Miriam Fefer Salleres, ocurrido en su propia casa de San Isidro en el 2006. Tras años de investigación, la justicia ordenó en el 2009 la detención de la hija de la empresaria, Eva Bracamonte Fefer, y de su amiga Liliana Castro Manarelli. Esto ocurrió luego de que la policía capturó al sicario colombiano Alejandro Trujillo Ospina, acusado de haber matado a Fefer por órdenes de su propia hija.
Hoy la verdad de aquel asesinato sigue siendo un misterio.
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