Las verdaderas causas de las crisis en las bancadas parlamentarias
Alianza Parlamentaria, la coalición formada por Perú Posible (PP), Acción Popular (AP) y Somos Perú (SP) parece haber ingresado a una fase de colisión interna. Este grupo es la prolongación en el Congreso del acuerdo logrado por los tres partidos para apoyar la candidatura presidencial de Alejandro Toledo aunque, de acuerdo con los resultados obtenidos, se puede apreciar que a los aliados del Ex Presidente les fue mejor que a Perú Posible: con pocos candidatos, AP eligió a cinco legisladores, SP a dos; en cambio, teniendo la mayoría de candidatos, PP eligió a diez; el resto son invitados con militancia en grupos regionales.
La crisis de Alianza Parlamentaria no es una buena señal para el Congreso, donde juega un rol mediador en las confrontaciones internas y desempeña una función bisagra entre una bancada inexperta y extremadamente dócil al gobierno y una oposición fragmentada pero con gran influencia fujimorista, la segunda fuerza parlamentaria, con frecuentes arrebatos revanchistas. Este papel ha sido fundamental para darle al gobierno una cómoda mayoría en los temas cruciales de la gobernabilidad y, al mismo tiempo, garantizar las irrenunciables tareas del control político legislativo.
Su anunciada desaparición, sobre la que aún penden negociaciones salvadoras, aceleraría la fragmentación parlamentaria. Los comicios del año pasado eligieron a cinco grupos legislativos, en julio ya fueron seis, y dentro de unos meses podrían ser siete; si se aceleran las disidencias en Gana Perú, el Legislativo tendría ocho grupos parlamentarios en pocos meses de labores.
Esta dinámica ocurre en el parlamento pero se origina en otros escenarios y por otros actores. De acuerdo con las versiones, incluso de militantes de PP, el ex Presidente ha sido poco cuidadoso de la democracia en la alianza y en su propio partido. Sucede lo mismo en la bancada oficialista, crecientemente incómoda porque las decisiones se toman en Palacio de Gobierno.
Este manejo personal se remonta a la constitución misma de las alianzas de cara al proceso electoral pasado. La mayoría de candidatos concurrió a las elecciones con alianzas aceptadas por la ley electoral; sin embargo, ninguna calificaba para ser tal, es decir, la unión de grupos políticos a partir de una visión compartida de los problemas y soluciones, decantada en un programa de gobierno y en una disposición a la acción común. Se trató, en el mejor de los casos, de cooptaciones de grupos políticos carentes de candidatos presidenciales a los cuales les impusieron todas las condiciones, incluyendo la ubicación en las listas. Si en el pasado los partidos escogían a sus candidatos, en las elecciones del 2011 los candidatos escogieron a sus partidos y alianzas.
La composición actual del parlamento es el resultado de ese proceso. Por ello, la crítica a la representación debe ser extendida a la formación de esa representación, génesis de denuncias y escándalos recientes, complementada con el compromiso de una reforma política que fortalezca los partidos, garantice su democracia interna y el derecho de los militantes, elimine la perversión del voto preferencial y asegure el financiamiento público. Solo así tendremos alianzas de verdad y bancadas sólidas que, en el oficialismo o la oposición, respeten al gobierno y se hagan respetar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario