jueves, 22 de marzo de 2012

OPINION APOCRIFA....... ES LARGUITA PERO SUSTANCIOSA........¿SE DEBIÓ O NO RECHAZAR LA VISITA AL PERU DE UNA FRAGATA INGLESA QUE CUSTODIA LAS ISLAS MALVINAS, ULTIMO VESTIGIO DEL IGNOMINIOSO COLONIALISMO INGLES EN AMERICA?


Si
epopeya significa, según la Real Academia de la Lengua, "conjunto de
hechos gloriosos dignos de ser cantados épicamente", la Guerra del Guano y
del Salitre de 1879, mal llamada "guerra del Pacífico", no puede
tener ese carácter porque simplemente fue de rapiña. Y es que Inglaterra
utilizó a Chile contra el Perú para apropiarse de riquezas salitreras que no
eran suyas.
Desde esta perspectiva, la sanguinaria
ocupación chilena en el Perú no puede ser heroica ni tener contornos de
epopeya. No lo decimos solo nosotros, los peruanos, sino historiadores de la
talla del inglés Sir Clement Markham,
quien escribió cientos de páginas de aquella bestialidad, con apoyo inglés, que
llevó "su afán de despojo y confiscación a límites nunca
sobrepasados". "En todo lo cual –subraya el autor– se ve el efecto
desmoralizador de una política de gloria militar y de conquista".
Por eso
que este buen señor Markham auguró que el pueblo peruano, más allá de su
quebranto, con seguridad se levantaría de las ruinas. En cambio lo que Chile
obtuvo por la fuerza del despojo le sería siempre nociva. Dicho de otra forma,
cualquier heroísmo que pudieran haber derrochado los sureños se devaluó con
aquella sangrienta e ignominiosa ocupación que el Perú jamás olvidará.
La
guerra de 1879 de Chile contra Perú y Bolivia fue preparada en efecto por
Inglaterra en apoyo de sus empresas o Casas Gibbs y North, que fueron las
beneficiarias en la explotación del salitre arrebatado a peruanos y bolivianos.
"En esta guerra Inglaterra envió 7 acorazados que estuvieron frente a la
costa peruano-chilena, que si bien se mantuvieron "neutrales", intervendrían
si Chile perdía la guerra",
El jefe
marino de las fuerzas chilenas, Patricio Lynch, sirvió 15 años en el ejército
británico, participando incluso en la guerra del opio, nos recuerda por su
parte el peruanista mapochino Pedro Godoy.
Los
uniformes chilenos fueron confeccionados con tela inglesa, los fusiles usados
por soldados chilenos eran ingleses, los barcos y armas chilenas fueron vendidos
por Inglaterra a precios simbólicos.
¿Neutralidad?
Inglaterra,
recordemos, bloqueó la venta de armas a Perú y presionó a otros países en la
misma dirección. Perú mandó construir dos acorazados en Alemania, el
"Sócrates" y el "Diógenes", pero al pasar por el puerto
británico de Southampton (Inglaterra) fueron detenidos, en aplicación de las
leyes británicas de "neutralidad"; sin embargo en plena guerra
dejaron salir a un barco chileno, construido obviamente por los ingleses, tal
como fue publicado en el diario norteamericano New York Herald.
Es más,
ya en 1868, es decir once años antes de la guerra, Chile hacía gestiones
secretas con el enemigo de entonces, España, apenas concluida la guerra en la
que Perú triunfó, defendiendo incluso a Chile, para la adquisición de los
barcos "Chacabuco" y "O'Higgins", que deberían ser sacados
de sus astilleros por los ingleses.
Posteriormente,
como ya es sabido, entre 1874 y 1875, Chile encarga a Inglaterra la
construcción de otros dos modernos acorazados, con el agravante que en la
sesión secreta del Congreso chileno del 2 de abril de 1879, se dejó constancia
que los "preparativos para la guerra fueron organizados con mucha
anticipación", es decir en 1868, teniendo el Estado chileno plena certeza
de la superioridad de su marina frente a la peruana que estaba “en un estado
lastimoso de abandono”.
Tanto
Inglaterra como Alemania, y en menor medida Francia, apoyaban a Chile, lo que
incomodaba a Estados Unidos. Por eso es que en abril de 1882 el secretario de
Estado norteamericano James Blaine, como lo publicó LA RAZÓN, ante la comisión
de relaciones exteriores del Congreso norteamericano dijo estas memorables
palabras: "La guerra del Pacífico es una guerra inglesa contra el Perú con
Chile como instrumento".
Hay
otras versiones no desmentidas que sostienen que el presidente norteamericano
James Abraham Garfield (1831-1881), por entonces opuesto a la entrega de
territorio peruano a Chile, porque esto beneficiaba a Inglaterra, envío la
fragata Lackawanna a la bahía de Arica para que un emisario suyo entable
conversaciones de paz con los representantes de Perú, Chile y Bolivia, sin
concretar sus propósitos.
Pero
antes, "ocurrió el 'oportuno'
asesinato del presidente de EE UU, James Abraham Garfield, y su sucesor se
desentendió del problema. Dicen que extrañamente los documentos a los
interrogatorios del asesino Charles Guiteau 'se perdieron'".
Piratería
Para
que esto sucediera, años atrás, el estratega chileno Diego Portales tuvo que
destruir, ¡con apoyo de peruanos!, en la primera guerra con Chile, en la
batalla de Yungay (1839), la Confederación Peruano-Boliviana impulsada por ese
gran visionario que fue el general Andrés de Santa Cruz Calahuama. Y tres años
antes (1836), sin previa declaratoria de guerra, el mismo mercader Portales
ordenó por sorpresa el asalto y captura de la flota más poderosa del Pacífico
de entonces, la del Perú confederado, en un típico acto de piratería que la
historia oficial ha olvidado.
El
cholo Andrés de Santa Cruz había tratado de cumplir, bajo el ropaje de un
guerrero de los Andes, de un Manco Inca del siglo XIX, la misión integradora de
su tiempo: restaurar, en un nuevo estadio del desarrollo histórico, la unidad
pan-andina que se había perdido con el colapso del imperio de los incas,
objetivo vital que tanto el ideario de Bolívar cuanto el nuevo expansionismo
portaliano tenían que socavar y/o liquidar, cada uno en su tiempo y a su
manera: uno con la piratería y otro creando el Estado artificial de Bolivia.
Eran
años en que la llamada "anarquía militar" de los guerreros se agotaba
primero con Santa Cruz, luego con la muerte del último caudillo de esa época,
Ramón Castilla, para dar pase al civilismo mercantil capitalino y costeño, que
toma el poder para enriquecerse con las riquezas del guano y para dar pase a
esa era de orgía de dispendio en 1872, a escasos siete años de la aciaga guerra,
cuando esta casta dominante en la práctica licencia al Ejército y a la Marina,
mientras en el país del sur se armaba, siempre con apoyo inglés, desde 1868,
como señalamos líneas atrás, es decir once años antes del estallido del
conflicto-
Es
curioso como la historia oficial se esfuerza en ocultar la responsabilidad de
líder político de los mercaderes del guano, el civilista Manuel Pardo, que
desoyó las previsiones de Castilla ("si Chile compra un barco, Perú debe
comprar dos"), destruyó y persiguió al Ejército, debilitó su ancestral
espíritu guerrero, expuso a la patria a merced del expansionismo chileno que
buscó pretextos, orquestados en efecto desde Gran Bretaña, para iniciar su
guerra de rapiña que ahora pinta de "epopeya".
Traidores
En la
Guerra del Guano y del Salitre (1879-1883) ese civilismo limeño se pintó en su
verdadera faceta. También los personajes tipo Mariano Ignacio Prado, quien era
presidente al inicio de la guerra, pero ante los primeros fracasos, un 19 de
diciembre de 1879, se fue a Europa, con el pretexto de comprar armas,
llevándose un cuantioso botín de dinero, joyas y objetos de valor recolectado
por las Damas de Lima para la defensa del país. Regresó en 1887, sin dar cuenta
del dinero y joyas para las armas. Estos detalles poco a poco va
"olvidando" la historia oficial, la que sí resalta el papel de uno de
sus hijos, que fuera presidente del Perú dos veces: Manuel Prado Ugarteche.
Hubo
también un coronel EP, Carlos Agustín Belaúnde, improvisado militar pierolista
a quien dieron grado de coronel, el mismo que cuando los oficiales de Arica
decidieron la defensa de la plaza por unanimidad, fue el único que se opuso con
vehemencia. La historia cuenta que por este comportamiento, don Francisco
Bolognesi dispuso su arresto y fue llevado preso al monitor "Manco
Cápac", pero antes de la batalla de Arica logró desertar con destino a
Moquegua. Uno de sus descendientes (El Acciopopulista Fernando Belaunde) sería
también presidente dos veces en la segunda mitad del siglo XX, de desafortunada
gestión (Gobierno servil y entreguista, de la mano con PPK-Kuczynski).
El "Taita" Cáceres
Quien
salvó el honor nacional, en palabras de los mismos chilenos y de historiadores
de otras latitudes, fue el caudillaje del coronel Andrés Avelino Cáceres Dorregaray,
el "Taita" Cáceres, de actuar brillante en la campaña de Tarapacá al
mando de la II División del Ejército del Sur. Combatió en la siguiente campaña
de Moquegua, y luego en la de Lima, nuevamente como jefe divisionario, con el
mismo rango de coronel. Y es que el grado de general sólo le fue otorgado por
la Asamblea de Arequipa, a fines de 1882, siendo vicepresidente provisional don
Lizardo Montero.
Los
soldados de Cáceres, demás está decir, peleaban con machetes, lanzas, garrotes,
piedras y unos pocos con fusiles anticuados. Eran las montoneras y las
guerrillas de miles de indios pobres que lo acompañaban al "Taita" en
la inmensidad de la cordillera. De los varios ejércitos que formara, la mayoría
de sus hombres murieron en su ley, por el Perú. Y con seguridad que el último
de sus ejércitos, derrotado con la complicidad de traidores en Huamachuco, se
hubiera recompuesto, y habría marchado sobre Lima, inexorable, si no fuera
porque los chilenos calcularon que prolongar la ocupación era arriesgar el pellejo
y obligaron a sus títeres –Iglesias en primer término- a la firma del
ignominioso tratado de Ancón.
¿Qué
había pasado en el ínterin de la guerra?. Que en el curso de la conflagración
el espíritu guerrero de los Andes, encarnado en Cáceres, había desplazado al
mercantilismo costeño disfrazado políticamente de civilismo.
La reconstrucción"
Finalizada
la contienda, fue restaurada la Constitución de 1860 redactada por los
discípulos del gran líder conservador Bartolomé Herrera, con su promesa de
equilibro, y los empobrecidos mercaderes del campo y la ciudad fueron
convocados para sumarse a la obra de la Reconstrucción Nacional. Pero cuando el
país había sido saneado de las pesadas reparaciones de la guerra, el alma
mercantil en falencia quiso asaltar nuevamente las arcas del Estado y copar el
poder para repartirse los pocos dividendos de la convaleciente República",
dice Fernán Altuve en cierta parte de su obra "La democracia fuerte".
Pero al
final de la guerra no se diga que a Chile le fue de maravillas. Recuérdese que
el presidente Juan Manuel Balmaceda quiso nacionalizar el salitre arrebatado a
Perú y Bolivia, pero los intereses británicos le organizaron una guerra civil
con el general Estanislao del Canto, que había combatido contra el Perú,
desangrando a su país, y el mismo Balmaceda terminó suicidándose. Como se ve,
ni Chile disfrutó del salitre, el único beneficiario fue Inglaterra. Así
pagaron los ingleses a la felonía chilena.
Entonces,
como tacneños y peruanos patriotas, hoy más que nunca debemos ser prudentes y
previsores de los “deseos y buenas voluntades” de los ingleses, chilenos, que
desgraciadamente, tienen a sus “felipillos” o “felpudinis” enquistados en los
círculos políticos (Congresistas, 1er. Ministro, “periodistas”), sociales
(Cámaras de Comercio, similares, económicos (Confiep, similares), por lo que,
es un deber patriótico desenmascararlos y ponerlos al descubierto, haciendo
conocer a nuestra niñez y juventud, nuestra historia y, lo traicioneros que son
estos “antipatriotas y mercenarios”.
En
respeto a los peruanos que valientemente defendieron al Perú con su sangre,
bien rechazada la visita de la fragata de guerra inglesa, y;
Nunca olvidemos:
“El
Pueblo que no sabe su historia, es pueblo condenado a irrevocable muerte. Puede
producir brillantes individualidades aisladas, rasgos de pasión de ingenio y
hasta de género, y serán como relámpagos que acrecentará más y más la lobreguez
de la noche” - Marcelino Menéndez Pelayo
(Santander, 1856 - Santander, 1912), filólogo, historiador, bibliógrafo,
polígrafo, filósofo y político español, nombrado académico de la Real Academia
de la Lengua y de Historia, antes de los 30 años

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